Lo que vas a leer a continuación no lo acabo de escribir ahora. Lo
colgué hace tiempo en Facebook.
Una chica que
estuvo en el mismo colegio que yo animó a otros del grupo que dijéramos los
tres sitios del colegio que más nos gustaban o los lugares que más aprecio
teníamos y dijéramos por qué.
¡Vale!, voy a participar en
el juego. Os tengo que decir que nadie antes me había hecho esa pregunta y que
al querer responderla me he dado cuenta que el paso del tiempo posee un
defecto: tiene épocas efímeras. Estamos tan inmersos en el presente que ni
sacamos tiempo en recordar y... al final, etapas buenas o no, que parecen
imborrables, desaparecen poco a poco.
Para mí ha sido una de esas
preguntas que me ha hecho indagar en un periodo de mi vida, entre tantos del
pasado y me ha gustado sobre todo porque he recordado. No es difícil olvidar, es
mucho más difícil recordar. Pienso que recordar sea lo que sea es bonito porque
te hace sentir vivo.
Parece que hoy estoy algo
filosófica...Bueno, voy al grano... Yo creo que cada zona, cada habitación del
colegio era especial, tenía su propio encanto: La sala de juegos era el lugar
interior más amplio del colegio, en el
comedor nos juntábamos todos a la misma hora, a la enfermería ibas cuando
estabas malo...Pero si tengo que decir tres lugares, me decanto por los siguientes,
y ya os digo por qué.
1). El Cuarto: Era un habitación pequeña donde los niñas pequeñas
dejaban el babi. Yo no usaba pero ayudaba a las pequeñas a quitárselo y
colocarlo en las perchas. Cuando teníamos nuestra oportunidad nos quedábamos
dentro con la puerta cerrada y a oscuras con la única luz que daba “la virgen”,
entre babi y babi, jugábamos al esconderite. ¿Os acordáis de aquellas vírgenes
que brillaban en la oscuridad?
2). El Grupo: Una habitación
amplia pero no tanto como la sala de juegos. La puerta para entrar estaba
colocada entre dos cristaleras bastante grandes. Era mi sala porque allí
jugaba, estudiaba, veía la televisión... sólo me hacía falta haber dormido
allí, bueno, ahora que lo pienso alguna vez me quedé dormida encima de los baúles.
No recuerdo nada más útil como esos baúles. Muchas veces, en la hora de
estudio, me sentaba en un baúl y recitaba entre dientes para aprenderme de
memoria la lección del día siguiente. El misterio de esos baúles era que si los
abrías encontrabas un inmensa colección de juguetes.
3). La Enfermería: Antes de
entrar en la enfermería lo primero que te encontrabas era con una sala de
espera. Se entraba por una puerta muy grande, o eso me parecía; al entrar había
un cuarto a la derecha, otro a la izquierda y uno más al fondo. ¿Una enfermería
como lugar preferido? Ahora que lo pienso, era el lugar donde desconectaba. No
penséis que estaba enferma solo iba hacer mis ejercicios rutinarios para mi
espalda recomendados por el médico para evitar ponerme aparato, así corregir mi escoliosis.
Cada dos veces a la semana
paseaba por aquel pasillo −siempre en pijama− para llegar hasta la enfermería.
Mientras caminaba me fijaba en la disposición de las camas: a la derecha y a la
izquierda. Yo seguía por aquel pasillo a veces parecía interminable y ya de
lejos veía la puerta que de una forma mágica me hacía pasar del dormitorio
hasta la enfermería.
¿Y... no te acuerdas? No te hará falta
recordar porque aunque no te acuerdes estará, inevitablemente, en tu corazón.
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Muchas gracias en cualquier caso por tu atención.
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