Cuando tengo que comprar pan, sé que necesito 70 céntimos para una
barra y una bolsa. Y sé dónde tengo que ir: a la panadería. Todos los días por
la mañana voy a buscar el pan. Ya he cogido el dinero antes de salir de casa,
la bolsa a veces la olvido pero no importa porque en la tienda me dan una. Voy
derecha, con rumbo fijo.
No giro a la derecha ni a la izquierda sino recto,
todo recto, así llego a la panadería. Regreso, exactamente por el mismo sitio y
entro en casa. Veo el ordenador encima de la mesa. Está apagado. Ya estoy
deseando encenderlo, sentarme junto a él y teclear. A sí de rápido tecleo así
de rápido aparece las letras, palabras... Paro de teclear y subo la mirada.
Algunas cosas tienen sentido otras no...Copio, pego, borro...Sigo escribiendo.
Repito el mismo proceso una y otra vez durante horas. Y mientras lo hago no
puedo evitar preguntarme: “¿Lo leerá alguien?” “¿Gustará?”... No puedo
responder todas esas preguntas pero si puedo responder estas: “¿Se puede leer?”
“¿Me gusta?”... Tengo mi propia opinión; puedo ser objetiva y valorar un texto
ya lo haya escrito yo o no.
©
2017 Verónica Serrano. Todos los derechos reservados.
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